Ser capaz de poner límites y sentirse bien con ello es una experiencia muy gratificante. Poder hacerlo es un aprendizaje que viene de lejos y que si no nos enseñaron a hacerlo, es probable que tengamos dificultades para marcarlos, aunque nunca va a ser tarde para aprenderlos.
Quiero proponeros un ejercicio para que valoréis cómo os sentís en relación a poner límites: “Imagínate a ti mismo/a poniendo un límite a alguien: puede ser una situación real que hayas vivido donde hayas podido ponerlo o bien una imaginada en la que te gustaría poder poner ese límite:
-¿Qué postura corporal tendrías?, ¿Harías algún gesto con alguna parte del cuerpo?, ¿cuál sería la expresión de tu cara?
-¿Qué dirías para acompañar a tu comunicación no verbal?, ¿Qué palabras usarías?, ¿En qué tono lo harías?, ¿Cuál sería tu volumen de voz?, ¿Qué posibles mensajes querrías decir a quien te está invadiendo?
-¿Cómo te sientes cuando lo haces?, ¿Te sientes feliz, orgulloso/a, satisfecho/a?, ¿O por el contrario sientes miedo, vergüenza, culpa, frustración…?
-¿Qué crees que estará pensando la otra persona acerca de ti?, ¿Cómo crees que se tomará ese límite?, ¿Y cómo te afecta cómo se vaya a tomar tu respuesta?
¿Cómo ha ido? sólo con este pequeño ejercicio probablemente haya salido una riqueza de respuestas que se podrían analizar en detalle. Veamos más en detalle algunas de las respuestas a este ejercicio:
· TOMAR CONTACTO CON MIS DESEOS Y NECESIDADES
Esta es una parte previa esencial antes de poder poner un límite: qué deseo, qué necesito, cuáles son mis derechos, qué voy a permitir y aceptar y qué no voy a permitir o aceptar de los comportamientos de los demás. Muchas personas llegan a consulta sin saber bien qué desean o necesitan porque desconocen cómo hacerlo. Siempre les digo que no pasa nada, que ahora es su momento para empezar a construir esa parte.
Cuando uno toma conciencia de sus deseos, preferencias y necesidades, el siguiente paso será cómo mostrárselo a los demás. No podemos poner un límite sin antes saber qué deseo y necesito.
Recuerdo a una paciente que elegía relaciones de pareja en las que se quedaba en un rol de sumisión frente a la pareja y solía elegir este patrón una y otra vez. Cuando nos paramos a ver qué necesitaba, qué deseaba, qué aspectos eran importantes para ella en una relación, recuerdo su cara de sorpresa la primera que hablamos de esto ya que me dijo que esas eran preguntas que jamás se había hecho.
· LOS LÍMITES NO VERBALES
Ser capaz de comunicar un límite es sobre todo una capacidad no verbal. De hecho, frente a dos respuestas al mismo tiempo (una verbal y una no verbal), en general, siempre daremos más peso a la no verbal. Pongo un ejemplo: si alguien entra a la consulta cabizbajo, sin mirarme a la cara, con los ojos empañados de lágrimas y me dice verbalmente que está bien, yo me quedaré con su comunicación no verbal, aunque me haya dicho que está bien a través de sus palabras.
De hecho, los niños que aún no saben hablar son capaces de expresar límites: moviendo la cabeza de izquierda a derecha, empujando, apartándose… Sólo después aparecerá el lenguaje con la palabra “NO”.
Algunas formas no verbales de poner límites serían:
-Tomar distancia, girarse, darse la vuelta
-Evitar contacto visual o mostrar una mirada de desaprobación, así como ceño fruncido
-Decir no con la cabeza
-Empujar
-Colocar la mano (como la fotografía de portada del post) para marcar el límite, cruzar brazos
· LOS LÍMITES VERBALES
Tras colocar nuestro cuerpo para poner un límite, si lo acompañamos de palabras, el mensaje llegará mucho más potente.
Algunos ejemplos serían:
-“No quiero, no me apetece, no estoy de acuerdo”
-“Eso me hace daño, me molesta que…, me enfada cuando…”
-“Prefiero que…”, “Mi deseo es…”, “Yo querría”…
-“Vale ya”, “Basta”, “Para”, “No”, “Yo me voy”
Hay muchas maneras de poner límites verbales acompañados de un tono firme, alto, rotundo, directo… que acompañarán a estos mensajes previos.
· CÓMO SE VIVE INTERNAMENTE LOS LÍMITES
Es de vital importancia nuestros vínculos de apego con padres o familiares más cercanos en relación con el poner límites. Si nuestra familia respetó nuestros límites y los suyos propios, habremos desarrollado unos límites adecuados. Ahora bien, las dificultades vendrán cuando: Nos acusaban de hacerles daño si decíamos que no, nos amenazaban con que ya no nos querrían si no obedecíamos, tal vez había una hiperexigencia tan alta sobre “lo que debería hacerse” que anularon nuestra capacidad de desear o puede que nos dijeran que era egoísta y nos culpabilizaban por poner un límite.
Un menor lo que quiere es que sus padres le quieran y va a hacer todo lo que haga falta para conseguirlo. De adulto uno puede seguir llevando la creencia y la sensación de que tiene que seguir haciendo todo lo que los demás quieren, y aquí es donde habrá que trabajar en terapia para que esa persona se sienta capaz de desear, de tomar contacto con sus necesidades y de poder expresarlas en forma de límites.
· LA RESPUESTA DEL OTRO CUANDO PONEMOS UN LÍMITE
Las personas a las que les cuesta poner límites suelen venir con muchos miedos en relación a las respuestas que los demás tendrían si ellos limitan. Y esto va íntimamente relacionado con el apartado anterior. Algunos de estos miedos son:
-Miedo a DAÑAR a los demás: siempre que un límite se ponga de una manera respetuosa, no tiene que ser dañino, sino todo lo contrario. Es una manera de comunicar lo que nos duele, nos molesta, no nos gusta.
-Miedo a SER EGOÍSTAS: poner límites no tiene nada que ver con no ser capaz de empatizar y ponernos en el lado de la otra persona, y saber que también tiene sus deseos, necesidades y sus propios límites. El ejercicio en común será respetar bidireccionalmente los de cada uno.
-Miedo a SER AGRESIVO/A: cuando alguien tiene un patrón sumiso, indefenso… teme que al empezar a expresar pase al polo opuesto y pueda ser agresivo con los demás. Siempre habrá que ver de qué forma se está poniendo este límite, buscando un equilibrio para no pasar al polo opuesto.
-Miedo a NO SER QUERIDO/A: unido a éste suele estar el miedo a que la otra persona se enfade, se moleste, sentir que la relación se romperá… pero lo que suele haber de fondo es que deje de querernos y de estar a nuestro lado. Si alguien no nos quiere porque expresemos algo que nos desagrada o que nos molesta o que no nos gusta… entonces tendremos que plantearnos qué tipo de vínculo estábamos estableciendo con esa persona.
-Miedo a SER CASTIGADO/A: ya sea un castigo verbal, físico o emocional: un insulto, un tortazo, dejar de hablar durante días o retirar el afecto de manera mantenida como castigo.
-SENTIR QUE NO MERECE DESEAR, ya que la creencia es que lo que hay que hacer es sacrificarse por el otro y complacerle.
Como veréis este es un tema muy importante y muy extenso, y espero que haya podido servir para la reflexión.
Para terminar, me gustaría recordar que los LÍMITES nos permiten sentirnos PROTEGIDOS, SEGUROS y CONTENIDOS, sirven para diferenciar lo que es dañino de lo saludable. Poner un límite ayuda a sentirnos bien con nosotros mismos, a sentir que nos hacemos respetar, al igual que respetamos a los demás.