“No he tenido suerte en el amor”… Es una coletilla que habréis escuchado o incluso dicho en alguna ocasión a la hora de hablar de conocer a parejas. No puedo negar que existe cierto azar a la hora de encontrarte en un momento determinado con personas determinadas en un lugar concreto. Ahora bien, si dejamos todo en el azar, ¿cuál es nuestra responsabilidad a la hora de elegir? Pareciera que ninguna, y lo que vengo a contar hoy es que sí que tenemos.
APEGO Y NUESTROS VÍNCULOS AFECTIVOS TEMPRANOS
Elegir una pareja supone una relación de intimidad que para poder comprenderla, tenemos primero que entender cómo fueron las relaciones afectivas más cercanas en la infancia y adolescencia. Alguna vez he escuchado quejas sobre los psicólogos porque pareciera que buscamos el origen de todo en nuestros padres y en la infancia. En este tema en concreto, los vínculos amorosos o no amorosos que hayamos tenido si van a ser predictor de a quién elegimos en un futuro.
Si alguien viene de una historia previa con relaciones amorosas, con apegos seguros con sus padres, será más probable que vaya a hacer una elección de pareja saludable. Y por el contrario, si una persona viene de vínculos tempranos donde ha habido daño, agresión, abuso, trauma… esto influirá a la hora de elegir pareja. Por ejemplo, alguien que viene de historias de maltrato en su familia de origen, es probable que haya creado una imagen de sí mismo con poco valor, con carencias de cuidado, atención y afectivas, y sentirá inconscientemente que eso es lo que merece tener, y se vinculará con alguien que no le valorará y que no le respetará.
El modelo de pareja que formaron nuestros propios padres también influirá a la hora de identificarnos con ciertos roles en la relación de pareja. Por ejemplo, una paciente me comentaba que en la relación de pareja de sus padres lo que había era una desigualdad de poder, una madre muy sumisa frente a un padre muy dominante. Ella se había identificado con ese rol materno y elegía parejas donde se colocaba en la posición de “someterse” y “aguantar” todo lo que viniera por parte de su pareja.
EL NARCISISMO EN LA ELECCIÓN DE PAREJA
Hay mucho de ego a la hora de buscar pareja, sobre todo en la primera fase de ENAMORAMIENTO. Tendemos a idealizar al otro, y además tendemos a poner en la otra persona todo aquello que queremos, que consideramos que nos gusta y que nos falta… y a veces nos cuesta ver realmente cómo es la otra persona. Al cabo de un tiempo cuando esta fase se pasa, hay que ver si somos capaces de respetar y no querer cambiar a quien habíamos elegido.
También nos enamoramos de los mensajes y las imágenes que el otro nos devuelve de nosotros mismos. Esto puede ir evolucionando con el tiempo, y si el otro me sigue devolviendo una imagen de mí de una forma que no me gusta, es probable que la rechace en un futuro.
LA SEPARACIÓN EMOCIONAL DE NUESTRA FAMILIA DE ORIGEN (SER NIÑO VS SER ADULTO)
Con esto me estoy refiriendo a nuestras partes más infantiles y adultas. Siempre explico a mis pacientes que tenemos una parte más infantil y otra más adulta. Separarse emocionalmente de los padres es un proceso difícil y que ha de producirse en algún momento (habitualmente comienza en la adolescencia) para poder vivir una vida separada de la que han vivido ellos.
Cuanta más parte infantil exista, más probabilidad de elegir a una pareja depositando elementos insanos: celos, amor incondicional, dependencia emocional, expectativas para que “cure” las propias carencias…
¿QUÉ PAPEL VOY A OCUPAR YO EN LA RELACIÓN?
Esto tiene que ver con los roles que hemos desempeñado en nuestra familia de origen, en otros contextos, con la idea que tenemos de lo que es una relación de pareja, de lo que es ser mujer u hombre y de cómo deben comportarse…
Para que se entienda lo anterior, aquí pongo algunos ejemplos: “Voy a salvar al otro”, “Voy a enseñar y adoctrinar a mi pareja”, “Voy a darle todo el afecto que no le dieron en su familia”, “Voy a ser cuidada como una princesa”, “Con el otro seré alguien”…
¿QUÉ PAPEL ESPERO QUE CUMPLA EL OTRO?
Aquí entramos en el terreno de las EXPECTATIVAS QUE COLOCAMOS con respecto a lo que esperamos recibir de la pareja. Revisarlas es esencial para entender si estamos eligiendo una pareja sana o tóxica.
Algunos ejemplos de expectativas que apuntarían a relaciones no sanas: “Quiero que me dé caña porque sino me aburro”, “Me dará todo”, “Me va a completar”, “Curará el daño que otros me hicieron”, “Va a sanar mis heridas”, “Va a salvarme”…
TERMINAR DUELOS PREVIOS DE RELACIONES PASADAS
Hay quien enlaza una relación con otra sin apenas dejar un tiempo para despedirse de todo lo vivido en una relación. Es necesario cerrar una puerta para poder abrir otra. Entender en qué momento está una persona con respecto a sus despedidas previas amorosas es fundamental.
Animo a toda persona que esté leyendo este post a pararse a reflexionar sobre estas preguntas: ¿Cuánto tiempo he pasado soltero/a?, ¿cómo lo viví?, ¿Tengo cerrados y colocadas en el pasado las rupturas amorosas que he tenido?, ¿me da miedo estar soltero/a?, ¿qué es lo que me asusta de estarlo?
LA TENDENCIA A LA REPETICIÓN EN LAS ELECCIONES DE PAREJA
Hasta que no se realiza un trabajo consciente, todas estas repeticiones así como las elecciones de pareja tienen un componente inconsciente muy alto. Solemos elegir de manera inconsciente, ya que no todo el mundo se ha parado a identificar cómo fueron sus vínculos previos familiares, la relación de pareja de padres, con qué roles se identificaron, qué expectativas coloco en los demás, si deposito más parte infantil que adulta…
Es muy común que tendamos a elegir parejas con patrones similares. Por ejemplo, si yo estoy colocada de manera inconsciente en el rol de “SALVAR” a otro, voy a tender a escoger a parejas que necesiten ser salvadas, con carencias de algún tipo, problemáticas diversas. Y es bastante común que boicotee parejas sanas que quieran cuidarme, atenderme… y que me saquen del rol de “salvadora”.
La conclusión final sería que elegir pareja cuando uno ha “sanado” o “reparado” sus propios conflictos y carencias es fundamental para que esa elección sea saludable. Cuanto más siento y espero que otro venga a cubrir o sanar mis carencias, la relación será menos sana.