Recientemente aparecía la noticia de una mujer que llevaba padeciendo 30 años una enfermedad incurable con un nivel de sufrimiento muy alto, y era ayudada por su marido para acabar con su vida. Se colocaba encima de la mesa el debate acerca de si en España se puede elegir una muerte digna.
Voy a detenerme en aclarar algunos conceptos que se utilizan cuando hablamos de tomar decisiones al final de la vida, y por último expondré algunas vivencias como profesional de la Psicología siendo acompañante del sufrimiento psicológico de pacientes.
LOS CUIDADOS PALIATIVOS Y EL TESTAMENTO VITAL
El testamento vital es un documento en el que una persona puede dejar por escrito qué tratamiento va a querer recibir y cuál rechazará en el caso en el que viviera en un futuro una enfermedad incurable e irreversible. En cada Comunidad Autónoma recibe un nombre diferente, en Madrid se llama: DOCUMENTO DE INSTRUCCIONES PREVIAS.
Los cuidados paliativos sí son legales en España y se pueden solicitar a través del médico de Atención Primaria o del Especialista que esté atendiendo al enfermo, aunque no siempre es fácil de conseguir. El objetivo es atender al paciente en situación terminal, aliviando el sufrimiento e intentar mejorar la calidad de vida del paciente enfermo y su familia. La sedación paliativa es una práctica legal dentro de este campo, que consiste en disminuir el nivel de conciencia de la persona hasta que pueda morir sin dolor.
LA EUTANASIA Y EL SUICIDIO ASISTIDO
Estas dos prácticas son ilegales en España. La diferencia entre ambas es que en la primera es el profesional sanitario quien ayuda al paciente que previamente ha solicitado querer morir. En el suicidio asistido, es el propio enfermo quien decide terminar con su vida con una sustancia letal.
EL SUFRIMIENTO PSÍQUICO
¿Qué es SUFRIR? El sufrimiento es un concepto subjetivo y no siempre observable. Es fundamental escuchar al que sufre para que relate lo que está sintiendo. Para hablar de sufrimiento se suelen dar dos elementos a la vez:
La persona percibe una amenaza para la existencia física y/o emocional.
Siente que no hay recursos para hacer frente a lo que siente, está sumido en un sentimiento de impotencia.
A veces se confunde el DOLOR con el SUFRIMIENTO. El dolor físico sí puede ser tratado con medicamentos y fármacos. El sufrimiento psíquico puede acompañarse, aliviarse, reconducirse pero no siempre se puede controlar como pueden controlarse otros síntomas físicos.
El sufrimiento es el gran protagonista cuando hablamos de muerte digna, de enfermedad incurable, de decidir al final de nuestra vida.
DÓNDE ESTÁN LOS LÍMITES PARA PODER ELEGIR MORIR
Los países donde es legal la eutanasia (Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Colombia, Canadá), establecen unos requisitos que creo que podrían ser referentes para nuestro país:
-Que la decisión de morir sea LIBRE, sin coacción externa, y reflexionada (no fruto de un impulso repentino)
-Que SÓLO la persona que quiere morir sea quien lo pida. Ni familiares, ni tutores ni otras personas pueden pedirlo.
-Que exista una ENFERMEDAD INCURABLE que esté provocando un SUFRIMIENTO muy intenso.
-Que varios profesionales diferentes corroboren todo lo anterior.
Otro país que no penaliza el suicidio asistido es Suiza, y además es el único que acepta personas de otros países para poder recibir una ayuda a morir dignamente.
MI EXPERIENCIA COMO PROFESIONAL CON EL SUFRIMIENTO PSÍQUICO
En este caso yo voy a hablar de sufrimiento a nivel psíquico que padecen muchos de mis pacientes, algunos vinculados a temas crónicos y otros a temas temporales y puntuales durante un espacio de tiempo.
Aún recuerdo hace años cuando mi primer paciente se sentó frente a mí y me dijo: “María, quiero morirme, no quiero seguir viviendo”. Lo que hice nada más salí de la consulta fue llamar a mi supervisor ( es la figura que en Psicología simboliza a otro psicólogo que lleva más años de experiencia y al que se le consulta para preguntar dudas y compartir información), y lo primero que me dijo es que tenía que tranquilizarme yo para poder seguir acompañando a ese paciente. No es nada fácil lidiar con el sufrimiento.
Con los años, no es que me haya vuelto indiferente, pero he aprendido a escuchar el deseo de morir de otra manera. En la primera sesión siempre cuento que existe la confidencialidad absoluta de lo que se va a tratar en la sesión, pero que sólo hay una razón por la que rompería la confidencialidad y es que la persona me comunique que no quiere vivir y yo vea un riesgo inminente y no quiera que yo lo diga fuera. No puedo acompañarle en su deseo de morir, tendría que informar a un familiar del riesgo que yo estoy viendo.
¿Es un sufrimiento muy distinto la persona que está inmersa en una depresión mayor de aquella que está en el final de su vida con una enfermedad incurable? Probablemente no tiene mucho sentido la comparativa, ya que todo sufrimiento es único, subjetivo y respetable, y aunque yo lo advierto en la primera consulta que no puedo “dejar” que la persona quiera suicidarse y acompañarle, estos días me quedaba dándole vueltas a este asunto. ¿Dónde están los límites para aceptar qué sufrimiento sí va a acompañarse en el deseo de morir y cuál no?, ¿Cuándo hay que intentar tratarlo y cuándo hay que dejarlo y parar?
Es cierto que con los años y la experiencia se puede identificar unas ideas de querer morirse de otras, no todas son iguales, ni todas están motivadas por igual (Para una lectura más profunda sobre el suicidio se puede consultar otro post que escribí: http://www.mariapsicologamadrid.com/blog/2017/5/12/por-que-la-gente-se-suicida-es-posible-prevenirlo). Pero como profesionales también tenemos que asumir que no somos omnipotentes, ni podemos llegar a todo.
Para terminar expondré dos casos reales, uno vivido por mí y otro por una amiga psicóloga:
-Recuerdo a C. como un hombre de mediana edad que acudía a la consulta muy deprimido, medicado de hacía tiempo, repitiéndome cada sesión una y otra vez que no quería vivir, que no tenía ganas de levantarse, que no quería luchar por nada ni nadie, que sólo quería morir. Su sufrimiento era tan alto, que cuando le escuchaba se me encogía un poco el corazón, y tengo que reconocer aún hoy se me sigue encogiendo cuando recuerdo su narrativa. Su ex mujer le había pedido el divorcio, vivía con sus padres que le apoyaban y le acompañaban en todo momento y tenía un trabajo, pero su vida no tenía sentido para él. Semana tras semana traía la misma desesperanza, tristeza, impotencia, desmotivación… Llegó un momento que ví claramente que había un riesgo de suicidio activo y tuve que romper la confidencialidad, avisar a la familia y C. ingresó durante varios meses en un Hospital. Al salir, me comunicó su familia que se marchaba a otra Comunidad Autónoma a vivir para intentar cambiar de aires, y le perdí la pista. Casualmente como 5 años más tarde, me enteré que se había suicidado. ¿Nunca dejó de pensar en morirse en ese tiempo?, ¿Qué pasó con el sufrimiento de esta persona?
Otra situación vivida por mi amiga psicóloga fue la de recibir una llamada inesperada de la familia de su paciente, la que atendía cada semana, diciendo que su hija se había suicidado. Mi amiga sólo pudo quedarse en shock al escuchar la noticia, ya que esto no había aparecido en ningún momento en las sesiones ni pudo preveerse de ninguna de las maneras. ¿Cómo sería el sufrimiento de esta chica para llegar a quitarse la vida?, ¿Por qué no quiso comunicar a nadie acerca de lo que estaba pasando por su cabeza?, ¿por qué llevó su sufrimiento tan en silencio?
No existe una manera cuantificable de medir el sufrimiento, ya que es subjetivo como apuntaba previamente, pero considero que es una cuestión de humanidad poder escuchar a quien lo padece y acompañar en una muerte digna siguiendo los requisitos que establecen otros países. Ahora bien la pregunta es: ¿Qué hacemos con el sufrimiento psíquico que es altamente insoportable y doloroso en personas que no tienen una enfermedad incurable? Esta es una de las labores que tenemos los profesionales de la Psicología.