En algún momento de la vida, uno puede plantearse si necesita ayuda de un profesional de la Psicología, puede tener motivación propia o puede ser que la motivación venga del exterior y alguien haya animado a que contacte, puede conocer alguna experiencia de familiares o amigos que hayan ido o actualmente estén yendo, o puede ser incluso que esa persona haya tenido experiencias previas agradables o desagradables con otros psicólogos.
Normalmente yo suelo hacer una primera sesión informativa donde conozco a la persona, me detalla su motivo de consulta, sus expectativas con respecto a las sesiones y su motivación y compromiso con respecto a iniciar una psicoterapia. Yo, por mi parte, aprovecho para dar información acerca de cómo entiendo la terapia, de mi formación y experiencia y resuelvo dudas y preguntas acerca de la misma.
En muchas ocasiones, me encuentro ciertas creencias que se repiten una y otra vez y que me han inspirado para escribir este post en relación a los mitos que existen en torno a acudir al psicólogo y en torno a lo que hacemos.
“Siempre que entro a las sesiones, salgo mejor que entré”
Si pensamos en un medio-largo plazo es cierto que la idea de acudir a una psicóloga venga acompañada de una mejoría y un bienestar mayor que cuando se acudió. Otra cosa es que a corto plazo no siempre cuando uno acude a la sesión sale mejor que entra, ya que la psicoterapia es un proceso y un camino donde a veces uno se tropieza, se cae y se trabaja con heridas o superficiales o bien más profundas. Los días que tocamos heridas profundas, quizá uno salga de sesión peor que entró, hasta que esa herida vaya cicatrizando.
“Las sesiones de terapia son sólo hablar”
Esto depende mucho del estilo del terapeuta y de su formación. En mi caso, me gusta que haya sesiones verbales, pero que haya otras sesiones donde se trabaje también lo emocional, corporal y la acción. Por ejemplo, a través de visualizaciones, dibujos, actuación de situaciones reales o imaginarias a través del Psicodrama, expresión corporal y otras técnicas creativas que complementen las sesiones verbales.
Aquellos pacientes que tiendan a racionalizar, suelo proponerles llevarles a que contacten más con la emoción, el trabajo corporal y a través de la actuación de situaciones en sesión. Mientras que los pacientes que suelen ser muy emocionales y/o impulsivos, tenderé a llevarles a la palabra y al pensamiento.
Cada paciente es único y por tanto, cada psicoterapia debe adaptarse a él.
“Los psicólogos deben tener una vida sin problemas”
A veces existe una imagen idealizada por parte de los pacientes y por parte de la población en general de que un psicólogo debe saber reaccionar y responder a cualquier situación que se le presente en su propia vida, o que incluso no tiene problemas.
Un psicólogo tiene también una vida con conflictos y dificultades. Lo que es imprescindible y fundamental desde mi punto de vista es que el psicólogo que ejerce, haya pasado o continúe un proceso de psicoterapia personal así como una continua supervisión de sus casos.
“Quien acude a una psicóloga es que tiene algo grave o está loco”.
Este es un mensaje muy común que suelo escuchar en las primeras sesiones. La idea de “estar loco” asusta mucho, o de “tener un trauma” también.
Para acudir a una psicóloga se tienen que dar varios elementos: padecer un nivel de sufrimiento, tener un compromiso y motivación con comenzar una psicoterapia y tener una curiosidad por aprender y conocerse a sí mismo.
Cada vez es más común encontrar a personas que quieren entender cómo se relacionan con sí mismos y con los demás, y ese ya sería un motivo de consulta.
“Un amigo puede sustituir a una psicóloga”
Son dos relaciones completamente distintas. La relación terapéutica entre psicóloga y paciente es única, así como lo es una relación de amigos. No es comparable ni tendría sentido hacerlo.
El espacio de terapia es para el paciente, allí puede expresar todo aquello que piense, sienta y quiera, y a veces uno se siente más libre de poder hacerlo frente a un profesional que frente a un familiar o un amigo. La relación terapéutica es unidireccional.
“Cada persona tendría que ser capaz de manejar sus propios conflictos”
Cada persona está capacitada para enfrentar sus dificultades y conflictos con una serie de recursos. No todos tenemos los mismos, y mucho menos frente a situaciones vitales diferentes.
Pedir ayuda a un psicólogo implica aceptar que todos tenemos limitaciones y romper con la idea de la omnipotencia: “yo puedo con todo”.
Por otro lado, escucharse en voz alta y poder escuchar señalamientos, interpretaciones, preguntas sobre nuestro discurso de parte de un psicólogo, es algo que sólo uno puede hacerlo con la ayuda de otro.
“Ir a terapia significa que la psicóloga te soluciona tus problemas, te dice lo que tienes que hacer”.
Diría que este es el mito más extendido de todos. Siempre me gusta explicar en la primera sesión que yo no voy a decir a una persona lo que tiene que hacer, sino que voy a ser una guía, y que todas las decisiones las tomará el paciente.
Por ejemplo, imaginemos una persona que tiene dudas con respecto a si seguir o no en su relación de pareja. ¿Sería ético que yo le dijera que siga la relación o que la deje? Considero que no. Mi trabajo consiste en ayudar a la persona a pensar desde cuándo están esas dudas, en qué consisten, si es la primera vez que le aparecen y en anteriores relaciones han aparecido previamente, si alguien en su familia de origen pasó por algo similar, si ha habido otros momentos de crisis en la relación de pareja y cómo lo han manejado, por qué en estos momentos aparecen… en fin, un trabajo minucioso acerca de este tema, y tras este trabajo, la persona decidirá si seguir o no seguir.
Es cierto que este tema también tiene que ver con el estilo del terapeuta, en mi caso, hay estilos más directivos, donde el psicólogo dice lo que hay que hacer, y otros menos directivos, con el que yo me siento mucho más cómoda.
“Siempre que uno va a una psicóloga, consigue cambiar”.
Este sería uno de los objetivos a conseguir, pero no siempre ocurre, ya que esto en gran parte depende del paciente.
Cuando me preguntan por resultados, es realmente difícil responder a esto. Hay personas que tienen un nivel de introspección alto y que están dispuestos a movilizar y cambiar muchos aspectos de su vida, mientras que otras no lo estarán tanto.
Una vez leí que comparaban a los psicólogos con un mapa, y me gustó esa metáfora. Somos un mapa, lo que haga la persona con él, dónde llegará y dónde no, es algo que ya no depende el mapa. También es cierto que hay mapas más fáciles de leer que otros, y la clave estará en que cada persona dé con su mapa adecuado.